domingo, 20 de abril de 2008

Aire fresco y ganas de volar.


El aire frío roza mi cuerpo y las plumas lo vuelven a liberar.
Frío, mucho frió, el sol ya hace algunas horas que presta sus rayos y calienta mi cuerpo.
Allá abajo el manto blanco lo cubre todo y refleja esos rayos en una claridad deslumbrante.
Hace tiempo que no sentía estas sensaciones, mi vida entre los ruidos y la comodidad de la ciudad casi me habían hecho olvidar estas maravillas. Las cumbres se pierden mucho mas lejos de lo que alcanza mi mirada. Aquí en este silencio, no hay sitio a la mentira ni al engaño. La nieve es nieve, la roca es roca, el viento... Aquí te sientes tan grande y tan pequeño a la vez.
Allí abajo, un grupo de seres avanzan entre la nieve, despacio, cansados, animados, tenaces. No se por que lo hacen, pero si creo que se lo que sienten.

No es fácil la vida en éstos lugares y sin embargo me gusta venir y llenarme de energía, de aire fresco, de vida.

2 comentarios:

Mr. TAS dijo...

el embrujo de la montaña.....
un ejeano que sufrió de ese embrujo, vivió de ese embrujo, murió embrujado justo donde me dijo más de una vez que le gustaría reposar paa siempre, por encima de los ochomil metros. imagino que lo conocerás....

siempre que alguien escribe sobre la montaña omo lo has hecho, me acuerdo de él.

Joseba (GurriÓn) dijo...

Gracias mr.tas por tu nota, dice mucho en poco texto.
Se quien es el montañero que quedo ese ochomil por un alud de nieve.
No lo conocí, pero se quien es.
Me alegra que mis simples textos, aviven cualquier recuerdo, infundan un poco de vida, ... nos muevan un poco la humanidad que llevamos, muchas veces dormida en nuestro interior.